Los azules, rosas y amarillos irrumpieron en una ochava céntrica donde poco llamaba la atención hasta hace un tiempo. El espacio que la Casa de las Infancias ocupa en la esquina de San Lorenzo y Mitre marca un nuevo inicio para los equipos que, ampliados, dejaron atrás tareas en espacios de difícil acceso para ellos y para las propias familias que requerían de la asistencia.
Esta semana, se cumplió el primer mes en un nuevo enclave, no sólo más adecuado para las atenciones, sino a su vez más visible. Eso hizo que las oficinas atendieran en sólo los primeros 20 días de funcionamiento una treintena de demandas espontáneas, algo que sucedía mucho menos en su ubicación anterior del octavo piso del Edificio del Correo.
La accesibilidad del espacio parece empezar a marcar una tendencia. Antes de la mudanza, la cantidad máxima atendida de situaciones llamadas espontáneas en un período de 20 días no alcanzaron una decena, en tanto en el nuevo edificio, fueron 30, lo que implicó cuadruplicar esas atenciones que llegan sin derivaciones.
Lo que remarcan, quienes están del otro lado dando las respuestas, es que problemáticas o vulneraciones de derechos sobre las que se solicitó intervención no difieren de las que se evidencian en los barrios, tienen los mismos emergentes y están vinculados a la circulación de familias de los territorios por el centro de la ciudad durante el día buscando diferentes modos de subsistencia y provisión de alimentos.
“La visibilidad de la Casa, más allá de las problemáticas crecientes en número y en complejidad, determinaron la llegada de casos espontáneos; no es que hay más casos, sino que ahora los podemos ver, y de esa forma los podemos trabajar. El nuevo espacio nos permite echar luz sobre algunas situaciones que antes quedaban invisibilizadas”, señaló la directora General de Infancias de la Municipalidad, Andrea Fortunio.
Sin embargo, poco de lo que sucede desde hace casi cuatro semanas puertas adentro de “La Casita”, como la llama Fortunio, comienza allí mismo, sino que el derrotero de las historias, todas duras y complejas, se inicia en los barrios, donde “se construye y consolida la política pública a través de la red territorial de instituciones de salud, deportivas y de desarrollo social”.
“Este no es un punto de partida, sino la confluencia de un trabajo territorial que se lleva adelante en diferentes niveles a través de la red de centros Cuidar y en articulación con otras instituciones estatales donde se detectan las situaciones de vulneración de derechos de niñas, niños y adolescentes”, detalló la funcionaria municipal.
Las más de 4.500 carpetas de familias, que representan unos 16 mil chicos en riesgo con los cuales se trabaja desde la Dirección a través de dos sus patas patas principales (los equipos de Abordaje Territorial y el Servicio Local Promoción y Protección de Derechos de Niños, Niñas y Adolescentes) llegan fundamentalmente a través de la red de políticas territoriales.
“Las situaciones más complejas siguen apareciendo en los barios con mayores vulneraciones, pero el trabajo simultáneo entre los equipos que están en 'la casa' y los que lo hacen en el territorio nos permite muchas veces tener otra perspectiva de abordaje”, sostuvo Fortunio. Esa distancia resulta necesaria no sólo para resguardar a los equipos, sino para llevar adelante la evaluación de las situaciones, definir estrategias e intervenciones, e incluso llevar adelante entrevistas con las propias familias, niños y niñas por fuera de los escenarios donde se produce el conflicto.
“Este espacio además marca una legalidad diferente, que a veces habilita y otra veces obstaculiza cuando hay que construir con los adultos consensos para revertir las situaciones de precariedad en los cuidados”, explicó Mariana Hasen, trabajadora social con más un recorrido de más de dos décadas en el sistema.
Mariana integra actualmente los equipos territoriales que trabajan en los centros Cuidar, en una rutina que señala “siempre es con otros y esos otros son de los más variados, porque es entre todos que miramos, acompañamos situaciones y procesos”.
Ese camino de ida y vuelta entre los barrios y la centralidad es el que se lleva adelante y se construye en “La Casita”, un espacio que a su vez logró jerarquizar la labor profesionales que en muchos casos funcionaban en oficinas atomizadas y ahora confluyen en un espacio común.